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mailen ortega

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Algunas veces es necesario que el tiempo se acentúe en las palabras para que estas puedan caer y formar líneas con sentido para expresar lo provocado en encuentros, en lecturas, en procesos. Así, entonces, después de unos meses de entrevistar a Mailen Ortega llegan las letras que se convierten en imágenes para nombrar las sensaciones de su presencia y de su poesía, el sonido de las palabras no gritadas, pero sí escritas, que es otra manifestación del grito.
La conversación, la risa, la picardía y el vino son elementos presentes en los encuentros con Mai. También la mirada perdida en algún recuerdo, el frío de las manos y la comprensión de su sonrisa envuelven los momentos con ella. La calidez de la palabra rodea la lectura del mundo, del amor, de las relaciones en las cuales halla la inspiración.
Es común encontrarnos con experiencias donde primero la lectura atraviesa nuestro mundo y marca unos caminos que nos pueden llevar a la escritura, pero en el caso de Mai llega primero la escritura como una necesidad, no sabía lo que escribía en el sentido de no catalogarlo, de no ponerle un nombre. La necesidad misma de contar, de expresar lo que sentía y de gritar entre líneas le permitió la escritura de diarios desde los dieciséis años.


Después de empezar a escribir sí empezó a leer, principalmente poesía, cuentos, filosofía, fue en ese momento cuando estableció una relación de semejanza entre lo que estaba leyendo y lo que había empezado a escribir y dijo “lo que escribo se parece a la poesía”.


Escritoras como Meira del Mar, María Mercedes Carranza, Ana María Enciso, Emily
Dickinson, Gabriela Mistral, entre otras, han acompañado el proceso de lectura y de vida de Mai Ortega. También autores como Jaime Sabines, Julio Cortázar, Mario Benedetti y
Charles Baudelaire han estado bajo la pupila de esta escritora nacida en San Roque, Cesar en 1991.


Respecto a la lectura Mai manifiesta la importancia que tiene para ella que aquello que está leyendo la rompa, la haga padecer, le llegue a alguna grieta en su interior, le fisure algún dolor no nombrado y le permita sentir. La lectura como esa posibilidad de reconocimiento, de encuentro, de espejo de nostalgias le ha permitido transmitir lo mismo a través de sus poemas.

Con 30 años Mai Ortega ha publicado tres libros de poemas: el primero de ellos lleva por nombre Un libro para Martha publicado en el 2018, en el cual empieza expresando que: Claramente es un libro escrito para Martha, pero más de allá de toda percepción quisiera ser leída sin prejuicios, porque, aunque fui un mal presagio para esta mujer, vivimos con libertad absoluta y aunque la gente nos miraba muchas veces como criaturas aberrantes nunca solté su mano, aun sabiendo que ella es una mujer y yo también…
Escribir para Martha fue justamente tratar de tomar su mano nuevamente a través de la
palabra, expresar lo vivido y el cómo era recordado aquello. Mai cuenta que necesitaba
buscar la forma de organizar todo lo que tenía en la cabeza, todo lo que había sentido,
resguardar en las líneas cada recuerdo. El dolor de la pérdida y el duelo que se lleva
alrededor de esta también se evidencia en sus poemas, tal como en el poema VII, en el cual expresa cómo se sumergen los días en pensamientos que desembocan en la nostalgia:

 

Podría pasar días y noches
remendando el pasado en mi memoria,
esculcando entre las fallas,
inventándome historias,
pero… solo cargo sueños rotos,
llorones por pesare,
caciques de un cariño sepultado,
un anhelo sin consuelo,
sin derecho a la eutanasia.
Pobres ojos secos, ya no tienen lágrimas,
ni siquiera un sermón
es merecido en su desgracia,
desterrado, castigado,
sin jueces ni presagios.

 

Hubo una vez es su segundo libro de poemas publicado en 2019, está dividido en tres
partes: el milagro, viacrucis y naufragio. En este se hace una relación entre el cuerpo y la
memoria, Mai lo presenta como momentos fragmentados, esos destellos de recuerdos que nos llegan cuando cerramos los ojos y divagamos en lo que fue. En el poema LXXII
expresa:

Me traje su rostro tatuado en mis pupilas,
uno de sus cabellos en mi equipaje
y un memorable recuerdo de su cuerpo.
Ahora somos dos mundos ambulantes,

distantes.

A veces, siento sus brazos intentando fagocitarme,

y el recuerdo es ameno;
me provoca convulsiones vociferantes
y siento ganas de quedarme en la memoria.
Renacer allí una y otra vez.

 

Las trampas del recuerdo están presentes en las historias que se esconden tras los versos, el amor lésbico, los encuentros fugaces y la tendencia a eternizar el instante del amor.

 

Alucinaciones en el planeta Polifemo es su último libro, en este ocurre algo particular, y es la evidencia de la mezcla del campo de estudio de Mai, la ciencia, con los laberintos de su pluma. Se encuentran términos que nos invitan a indagar, a explorar, tal vez no sea la intención directa de la autora, pero sí provoca una búsqueda, un deseo de conocer cómo esas palabras del campo de la ciencia se relacionan con la cotidianidad del recuerdo, de la ausencia, de las rupturas, de nosotras en medio de lo que ya fue, de lo que no está, pero nos habita. En su poema CLXXVII expresa:

Una como mujer racional,
se desgrana ante la memoria.
Implanta un laboratorio sobre
el mesencéfalo.
Rememora la escena del encuentro.

Interroga al diencéfalo;
detalla cada pixel,
cada onda,
cada textura.
Desenmaraña al mielencéfalo.
Proyecta la intensidad cardíaca,
el ritmo sanguíneo
y la frecuencia respiratoria registrada…
Cuestiona minuciosamente cada señal

sensorial.

Pero, al final no hay más que un fracaso sutil,
se quebranta el raciocinio.

 

Las temáticas de los poemas de Mai Ortega rodean a las mujeres, el amor, el desencuentro, la ausencia, la necesidad de ser escuchada, de expresar lo vivido y el cómo se percibe eso vivido, cómo se procesa, cómo duele cuando tallan los recuerdos, como dice el tango. El deseo que va más allá del cuerpo, la duda, la incertidumbre, la falta de explicaciones, la necesidad de nombrar, de gritar a través de líneas.

Texto por: Diana Camila Cortés

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